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Sunday, November 10, 2019

Shangó, divinidad del fuego VII


EL TAMBOR
…Changó, que es el dios de la música, porque lo es de los truenos, o sea, de la «música celestial». Fernando Ortiz El rayo va acompañado del sonido ensordecedor del trueno, nada más parecido a este sonido que el trepitar del tambor, quizás sea esta la causa por la cual se le atribuye a Shangó la propiedad del tambor. Se supone que el hombre después de entonar los primeros cantos con su voz, comenzó a acompañarse con palmadas y más tarde percusionó con leños secos para producir un sonido más fuerte.
La percusión fue, por tanto, la primera forma instrumental de música que se conoció. De los primeros troncos secos a los que el hombre arrancó su sonido para formar el ritmo, nacería el tambor, uno de los instrumentos más antiguos, si no, el primero en la historia de la música. El tambor es el instrumento preferido de Shangó, por él cedió a su hermano Orula los medios de la adivinación, y aunque las historias de la tradición oral yoruba no le atribuyen su paternidad, le confieren el mérito extraordinario de poseer el talento para tocarlo

Ogún y Ochosi deseaban hacer algo que los alegrara y pusiera a todos a bailar, que produjera un sonido agradable, musical, para que llegara hasta el alma de cada cual. Por eso fueron a ver a Osain, en busca de que este les aconsejara cómo fabricar un instrumento que emitiera los sonidos que ellos deseaban. Osain, que conoce todos los palos del monte, sus usos y propiedades, les indicó que debían cortar un cedro de regular tamaño y luego ahuecarlo. Cuando concluyeron el trabajo que les sugiriera Osain, Ogún mató un chivo y con el cuero de este animal hizo los parches para el tambor.
Ambos se pusieron a tocarlo, pero no lograban sacarle un sonido agradable. Shangó, que andaba por allí cerca, atraído por los sonidos fuertes de aquel instrumento, llegó hasta donde estaban reunidos y se quedó maravillado con el invento.
—Me dejan probar a mí —dijo con su voz fuerte, pero con cierto temor a que los otros, que lo miraron desconfiados, se negaran.
—Bueno —dijo Ochosi—, yo no tengo inconveniente.
—Ni yo tampoco —agregó Ogún.
Entonces el Orisha del rayo y el trueno comenzó a tocar el instrumento con tal maestría que los presentes se pusieron a bailar y mucha gente acudió al llamado del tambor. Fue tanta la alegría de aquel güemilere improvisado por Shangó que a Ogún y a Ochosi se les olvidó reclamarle el tambor y desde ese día Shangó no lo soltó nunca más.40 En otras oportunidades el tambor le sirvió para resolver difíciles situaciones e incluso, para redimirse de la esclavitud.
Shangó era esclavo y como deseaba liberarse de la servidumbre que le habían impuesto, se rogó la cabeza con obí (coco). A causa de ello le vino una gran alegría y se puso a tocar su tambor. Todos los que oyeron aquellos toques no pudieron resistir la tentación y salieron a bailar, no faltó alguno que trajera otí (aguardiente), por lo que también se bebió. En fin, que todo se convirtió en una gran fiesta. El amo, al aparecer en medio de aquel güemilere, supuso que Shangó le había robado el dinero que tenía enterrado, porque si no ¿de dónde había salido todo aquello?
Fue por eso que acudió a donde estaba Olofin para acusarlo de ladrón. Olofin pidió pruebas que, por supuesto, el hombre no pudo aportar. Luego llamaron a todos los testigos que contaron lo que realmente había sucedido. —Como acusaste a Shangó injustamente —sentenció Olofin— no solo le tienes que dar la libertad, sino que, además, le darás la mitad de todas tus riquezas
El toque del tambor, considerado con justicia el más sonoro de todos los instrumentos, está relacionado con el ritmo interno de los seres humanos. El palpitar de un corazón es muy parecido al sonido de un tambor.42 En el mundo material, el sonido es la vida, lo contrario, el silencio, es la muerte.
Revelar el ritmo que se lleva por dentro es un acto supremo de comunicación con otros seres y con uno mismo. No olvidemos que en los cultos que los hombres primitivos concibieron para propiciar la caza o las cosechas, el tambor fue un instrumento sagrado. Su uso no es privativo de un solo grupo humano, ni siquiera de un continente. Las ménades o sacerdotisas del culto a Dionisios, en la antigua Grecia, caían en trance al bailar al son de los tambores.
Remontándonos a civilizaciones antiguas como las de Asiria y Babilonia encontramos la presencia de tambores sagrados, los que para ser construidos precisaban de un complicado ritual y solo podían ser tocados por los sacerdotes debidamente iniciados para ello. Al dios Siva de los hindúes se le representa tocando un pequeño tambor que sostiene en una de sus cuatro manos, ese instrumento marcaba el ritmo de la eternidad y al son de su toque se realizaban las transformaciones en el universo. En la tierra yoruba existen diferentes tipos de tambores que normalmente se tocan en juegos, integrados por tres o cuatro piezas, tenemos así los tambores igbin, los ipese, los agüere, los gheda, los ogunes, los dundun, el koso, el bembé y los batá. No todos los tambores llegaron con su tradición completa a América. En Cuba, entre la diversidad de tambores que se conocen, se destacan los tambores bembé y batá de los yorubas.
Sin embargo, mientras que en Nigeria el juego batá se compone de cuatro tambores, en la mayor de las Antillas la tradición sólo conserva tres. El iyá (madre), el tambor mediano omelé, y el más pequeño okónkolo. Aunque los tambores, que según los yorubas son los más capaces de reproducir su lengua son los dundun, se ha dicho que también los batá son habladores, al punto tal que al tocar la música siguen hablando.
Los tambores yorubas, al igual que los tambores sagrados de otros pueblos, requieren de un ceremonial para ser consagrados, solo así se podrán utilizar en las actividades propias de la religión. Dentro de los tambores vive una deidad, Añá, a la que hay que fundamentar litúrgicamente y hacerle sacrificios para que el tambor pueda hablar. Añá es un orisha muy relacionado con Shangó.
Los tamboreros también llamados olú batá, deben recibir una iniciación para poder ejercer la sacra profesión. Cada tambor tiene dos bocas tapadas con cuero de chivo o venado. No deben tocarse después de la puesta del sol. Posterior a su consagración, reciben un nombre propio en lengua yoruba. Así podemos encontrar juegos de batá que se llaman Alayé (amo del mundo), Añabí (donde nació Añá), Apobí Añá (el primer hijo de Añá). Los batá que no han sido consagrados también pueden recibir su nombre propio, este fue el caso de un famoso conjunto de tambores llamados Irawó Meta (tres estrellas).
La pertenencia del tambor por Shangó indica no solo el carácter alegre y fiestero de este orisha, sino, además, su amor y apego a la vida. Shangó es, como hemos visto, enemigo irreconciliable de Ikú (la muerte), a quien, a pesar de temerle, en muchas oportunidades logra vencer. El tambor marca el ritmo de la vida, es el sonido, la música, la alegría de vivir y, a veces, hasta la solución para los problemas cotidianos.

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