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Sunday, November 10, 2019

Shangó, divinidad del fuego IX


EL GALLO
Entre los animales que desde los tiempos prehistóricos figuraron en el entorno del hombre está el gallo. Su domesticación, sin embargo, presenta diferencias sustanciales con la de otros especímenes como el perro o el caballo. En su mansedumbre, el gallo ha sabido conservar un arrogante orgullo que le confiere cierta independencia, lo que, si no lo hace simpático, lo dota de la dignidad que lo eleva a una categoría superior dentro de las aves. Su plumaje engalanado y sus ademanes soberbios, le granjean el respeto y la admiración de cuantos lo rodean. Las características que más se destacan en su comportamiento son la virilidad y la fiereza. Porque si bien él no puede competir en fuerza con los cuadrúpedos, su valentía y arrojo son tales que lo ponen a la par de cualquier otro animal.
La mitología griega nos presenta a Alectrión como el escudero del dios Ares. Afrodita (Venus), la esposa del temido Vulcano, dios de las forjas y los metales, durante las ausencias de este le era iniel con Ares, quien dejaba a Alectrión de guardia para que le avisara a la salida del sol. Un día Alectrión se quedó dormido y Febos descubrió a los amantes y le avisó a Vulcano, quien preparó una trampa con una invisible malla metálica con la que pudo atrapar a los adúlteros. Por aquel incidente, Ares convirtió a su escudero en gallo como castigo. Los romanos identificaron a Ares como Marte, y Alectrión fue Gallus de donde se ha derivado la palabra gallo en nuestro idioma.
Muchas son las similitudes que se pueden establecer entre Marte y Shangó. Al igual que Shangó, el rojo era el color de Marte, también era el dios del fuego, de la guerra, hombre enamorado y violento, al que se le sacrificaban carneros y gallos rojos, en su honor se le dio ese nombre al tercer planeta del sistema solar, que es un planeta rojo. Para los celtas el gallo rasgaba las tinieblas de la noche con su canto, lo que le concedía un carácter sagrado.
Aún hoy en día el gallo figura como emblema nacional de los franceses, herederos de la cultura celta. Cuentan que en algunas regiones de China la imagen de un gallo rojo en las casas, se usa para proporcionarle seguridad a la familia. Había un hombre que tenía muchos animales y los atendía muy bien. Un día la esposa del buen hombre se enfermó, y en la casa, hasta los animales, estaban muy tristes, menos Kokoroko.
Llegó el día en que Ikú, la muerte, fue en busca de la mujer y todos los animales corrían muy asustados. Pero Kokoroko, que era más arrestado, voló, se posó sobre la Muerte, y cantó con todas sus fuerzas. Ikú, al no saber qué era lo que tenía encima, se asustó de tal manera que salió corriendo. De esta forma, la mujer se salvó gracias a la valentía de Gallo.45 Como puede apreciarse hay en esta historia un tono alegórico, ya que el gallo se yergue como un símbolo de vida que es la única capaz de vencer a la muerte.
Este es un tema recurrente en la mitología yoruba. Sin embargo, hay otra historia en la que el gallo no queda tan bien parado. Gallo era muy presumido y alardeaba demasiado de su potencia sexual. Un día tuvo que salir de su pueblo en busca de trabajo porque todo le iba muy mal, ya que una gran sequía azotaba la zona. Se encontró con Shangó, su viejo amigo, que le preguntó: —¿Cómo van las cosas por tu pueblo? —Aquello es magnífico —contestó Gallo—, las mujeres paren hasta cuatro veces al año, los árboles dan unos frutos inmensos, los animales engordan cada día. Hasta corre un río de dinero por las calles. Shangó, que sabía perfectamente lo que sucedía en el pueblo y había querido poner a prueba la lealtad y sinceridad de su amigo, le contestó:
—Eres un gran mentiroso. Te condeno a que nunca más sientas placer con tus mujeres. Gallo continuó montando a las gallinas, pero como lo habían castigado, no experimentaba ninguna sensación agradable, aunque lo hacía una y otra vez, esperando quizás un perdón que nunca llegó.46 Shangó odia la mentira, la rechaza, y este es el pretexto que cuenta la historia para explicar por qué al Orisha se le sacrifican gallos. Muchos gallos fabulosos poblaron las teogonías de diferentes culturas: el gallo rojo de Jotunheim, que vivía junto a los gigantes; el Cresta de Oro que para los germanos era el vigía del campo de los dioses; el gallo Fialar, que custodiaba al gigante Eggther. En las tradiciones yorubas, el gallo representa a Osun, una deidad que forma junto con Eleguá, Ogún y Oshosi, el grupo de los llamados Guerreros. A Osun se le consagra en una copa de plata o metal plateado, sellada con la figura de un gallo del mismo material.
La tradición oral recoge una historia en la que Osun resulta castigado por delitos cometidos por Eleguá y Ogún, y, posteriormente es ayudado por Shangó. Según uno de los más reputados sacerdotes en la historia de la Santería: «los hijos de Shangó no necesitan [tener] Ozun porque fue [Shangó] el que descubrió el misterio de la muerte y lo entregó al referido Ozun para salvar la humanidad».47 El gallo, como hemos visto, es un símbolo de altanería, de orgullo y de virilidad, todo lo que indica que es un ente terrenal, pero a la vez su facultad de conocer y marcar el tiempo con su canto, le confiere cierta familiaridad con lo sobrenatural, con los dioses. De ahí, que su figura sea mucho más digna y respetada.
LA JICOTEA
Con el término de jicotea se designa en Cuba a un reptil del orden de los quelonios (tortugas), que es muy abundante en los ríos y lagunas de la Isla. En una oportunidad, Shangó, que era un rey muy poderoso, reunió a la cohorte en su brillante palacio. Cuando pasó revista a los presentes, se percató de que Jicotea no había venido a la cita. De inmediato, el temido Obá exigió que la localizaran y la trajeran ante su presencia. Cuando Jicotea se presentó a Shangó, este le inquirió por qué no había ido al palacio como el resto de los súbditos. Ella le respondió «porque me sentía muy bien en mi casa».
El Rey se encolerizó y le contestó a la ausentista «ya que te sientes tan bien en tu casa, te condeno a que, mientras el mundo sea mundo, tú lleves tu casa a cuestas». Desde entonces, a la pobre Jicotea se le ve siempre con su carapacho a cuestas.49 La jicotea figura entre las ofrendas fundamentales que se le hacen a Shangó, sin su presencia no se puede hacer una ceremonia en la que se consagre este orisha.
En ninguna casa de santo, Ilé Osha, donde viva un hijo de Shangó, alguien que se haya consagrado como sacerdote (babalosha) de este orisha, debe faltar una jicotea viva, la que encontraremos en el patio dentro de un pequeño estanque. La jicotea se ha convertido en un símbolo de la longevidad, pero también de la vida terrena. Sus movimientos lentos, su gran fuerza y la seguridad que le brinda el carapacho, hacen que su imagen se identifique, fácilmente, con la perdurabilidad de la vida material.
Por otra parte, en su cuerpo se reúnen dos figuras geométricas irreconciliables, el círculo de su carapacho, símbolo de la perfección y de la bóveda celeste, y el cuadrado de sus escamas que evoca el plano terrenal, los cuatro puntos cardinales, lo que la hace más interesante y susceptible de especulaciones místicas.50 En uno de los avatares o caminos del dios Visnú, de los brahmanes de la India, este aparece sobre una tortuga.
Una bella leyenda vietnamita cuenta que ...en una oportunidad en que Viet Nam era invadida por los chinos, se nombró rey a un campesino llamado Le-Loy. Cuando este cruzaba el lago en una barca, de las aguas surgió una tortuga con una espada en el carapacho dorado. Con aquella espada Le-Loy ganó muchas batallas y venció a los chinos. Luego la tortuga le reclamó que le devolviera la espada.
Hoy en la ciudad de Hanoi, en medio de aquel lago que se llama «El lago de la espada restituida» se yergue una torre muy alta que se llama «La torre de la tortuga».51 La tortuga aparece aquí como un símbolo de la legitimidad de un pueblo a ocupar el territorio que le legaron sus ancestros, de lo genuino de su lucha contra el invasor.
Pero también encontramos a la tortuga asociada con la espada, dos atributos que, coincidentemente, pertenecen a Shangó. Se dice que un carapacho de quelonio es el escudo del Orisha. Siendo Shangó el dueño del fuego, el que puede gritar en el cielo, pues el mismo Olofin le concedió ese ashé, no es de extrañar que domine a la jicotea, que es un animal que se arrastra por la tierra, que simboliza todo lo material y lento que hay en la creación. No olvidemos que Shangó desprecia la fealdad y la deslealtad.

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