EL FUEGO
El fuego es el elemento más activo de la naturaleza. Su conservación, uso y posterior obtención por medio de la fricción, fijó un paso importantísimo en la historia de nuestro planeta. Sin la utilización del fuego hubiera sido imposible la evolución de la raza humana. Cuando en la actualidad se dice que alguien ha pasado una «prueba de fuego» se quiere decir que ha atravesado por grandes dificultades que lo califican o lo hacen idóneo para futuras labores. Esta expresión tuvo su origen donde se adoraban y aún se adoran dioses ígneos. Las pruebas de fuego consisten en caminar descalzos sobre brazas ardientes o ingerir candela.
También con el término «bautizo de fuego» se denomina al primer combate o acción bélica en la que participa una tropa bisoña. Todas las civilizaciones en sus inicios concibieron al fuego como uno de los elementos básicos de la naturaleza, lo deificaron y le rindieron culto. Consecuentemente con el desarrollo de la producción, los primitivos dioses del fuego se convirtieron, en algunas oportunidades, en los dueños de las forjas y los metales. Es proverbial el respeto y hasta el miedo que en muchas sociedades primitivas se les tenía a aquellos que trabajaban los metales.
Con la aparición del hierro se reforzó el papel mágico-religioso de los que lo transformaban en armas para las guerras o en herramientas para otros artesanos. En la cultura yoruba no fue así, pues Shangó continuó siendo el orisha del fuego, mientras que su hermano Ogún fue el dueño de las forjas y los metales. De esta dicotomía entre ambos orishas se puede extraer el sentido de los mitopoemas en los que ambos se enfrentan, por distintas razones, en una lucha sin cuartel y que, en otros, hagan las paces. ]
Establecidos en la costa este del Mar Mediterráneo, los fenicios obtuvieron su independencia de Egipto 1 100 años a.n.e. Su nombre se deriva del púrpura, ya que fueron excelentes productores de tintes de este color. Eran grandes navegantes y conocidos como comerciantes en el Mundo Antiguo, su cultura influyó notablemente en todo el Mediterráneo y en las incursiones marítimas llegaron hasta las costas de la actual Inglaterra.
En el cuerpo de sus más antiguas creencias los fenicios tuvieron a Genos, hijo de Protógonos, el primer hombre, y Eón, el tiempo, como dueño del fuego, quien junto con su hermana Genea fue padre de Fhox, Pur y Plox (la llama, el fuego y la luz).
Al dios del fuego hindú Agni, se le representa con dos caras siete brazos y tres piernas, se le atribuye también la protección de la familia. Su esposa Hotra monta un carro tirado por un carnero que conduce Indra, el viento. El humo es su estandarte. Se cree que Agni ha nacido del aire y su más profundo origen está en el corazón humano. Es el intermediario de las ofrendas que se hacen a otros dioses. Se reverencia en el cielo como el sol; en la atmósfera como relámpago; en la Tierra, en el fuego del hogar y en la pira de los sacrificios.
Los egipcios veneraron a Ptah como dios del fuego, al que estaba dedicada la ciudad de Menfis y que también fuera adoptado por la de Tebas. En Ptah se reunían las cualidades de guerrero, orfebre y dueño del fuego. Fue este dios el que forjó las armas con las que Horus conquistó a Seth. Le estaba consagrado el escarabajo, animal sagrado que más tarde pasara a ser propiedad de Ra, el Sol. Los egipcios habían tomado esta divinidad de los escitas y más tarde los griegos la tomaron de ellos.
Los griegos creían que Prometeo había robado el fuego para entregarlo a los humanos, por lo cual Zeus lo hizo encadenar para que un águila le royera las vísceras eternamente. Este mito del robo del fuego se encuentra presente en otras muchas culturas. Pero, además, dentro de la cultura griega se le atribuyó el poder del fuego a Hefestos, que no es otro que el Ptah de los egipcios y el Vulcano de los romanos, al que también se le tuvo como dueño de las forjas. Vulcano, por haber nacido feo, contrahecho y negro fue expulsado del Olimpo por Júpiter, su padre, quien lo readmitiría más tarde. Como herrero y orfebre, confeccionó las armas de Aquiles de Peleo y de Eneas, el collar de Harmonía, la corona de Ariadna, el cetro de Agamenón y los rayos de Júpiter.
Para venerar el fuego doméstico los romanos le rendían culto a la diosa Vesta, a quien se le dedicaba la primera habitación de la casa, en la que ardía el fuego del hogar, de aquí se derivó en nuestra lengua la palabra vestíbulo. Su culto era custodiado en los templos por una orden sacerdotal, exclusivamente de mujeres, las vestales, quienes debían conservar su castidad hasta los treinta años de edad. Entonces podían decidir continuar en el sacerdocio o abandonarlo. Si faltaban al voto de castidad eran enterradas vivas. Los aztecas entregaban al dios del fuego Xiuhtecuhtli, víctimas humanas que habían embriagado previamente con una bebida ritual. Como principio activo, el fuego se asocia con la masculinidad. La sicología ha visto en él un símbolo sexual.14 No es de extrañar que por la gran movilidad de este elemento se le atribuya una relación con el origen de la vida. De hecho, algunas hipótesis de las ciencias contemporáneas sostienen que la vida se originó cuando un rayo hizo variar la naturaleza de los minerales que existían en el mar.
De lo que resultaría que la mitología yoruba que ubica a Yemayá, la madre de los peces, dueña de los océanos, como la madre de toda la humanidad no estaría lejos de la verdad. Portador de virtudes y defectos francamente opuestos, el fuego, dentro de las creencias judeo-cristianas es la tortura en el Infierno, el instrumento del Diablo. «Váyanse al fuego eterno preparado pa ra el diablo y sus ángeles...». Mateo (24:41) o
«...es mejor que entres manco en la vida, y no que con las dos manos vayas a parar al infierno donde el fuego no se puede apagar». Marcos (9:43). Sin embargo, ha sido la forma también de manifestarse
de Jehová y del Espíritu Santo. «Moisés cuidaba de las ovejas de su suegro Jetro que era sacerdote de Madián y llegó hasta el monte de Dios que se llama Horeb (Sinaí). Allí el ángel del Señor se le apareció en una llama de fuego en medio de una zarza...» Éxodo (3:1-6). «...Y se les aparecieron lenguas como de fuego sobre cada uno de ellos. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran». Los hechos (2:3 y 4).
El fuego se ha usado como una imagen de los sentimientos de odio y venganza, por su poder destructivo y su uso en la guerra, pero también de amor y pasión, comparado en esta ocasión con el calor que produce en los cuerpos la excitación sexual.15 Es cálido, doméstico, y a la vez capaz de destruir en sólo unos minutos todo lo que ha costado años y a veces siglos construir. Él no solo calienta y sirve para cocer los alimentos, también su luminosidad resultó útil al hombre para ver en las noches oscuras y espantar a las fieras. Su poder transformador o destructor se asocia metafóricamente con la digestión humana, de ahí que se le confiera fama de glotón. Cuando los atharavanes, sacerdotes persas del fuego, realizaban los sacrificios rituales, exclamaban: «Come y banquetea, Fuego señor de todo el Mundo». Por otra parte, el riesgo que entraña su mal manejo o el juego innecesario con él puede acarrear consecuencias fatales.
Un incendio puede extenderse o minimizarse, de ahí que las divinidades, en oportunidades, pueden aparecer como ricas y en otras como pobres. La presencia del fuego era indispensable en los festejos públicos. Las fiestas paganas por el solsticio de verano se transformaron en las fiestas de San Juan en las que se queman muñecos los 24 de junio. De la utilización del fuego en las fiestas populares nace su reputación de alegre, pero también se utiliza en muchas labores productivas, por lo que se dice que es trabajador y serio. Necesario en el hogar como padre solícito, puede, si se le desobedece o se juega con él, destruirlo todo, es esta la severidad que se le atribuye.16 Esta imagen ambivalente del fuego evoca directamente la personalidad contradictoria del orisha Shangó, sobre la que Teodoro Díaz Fabelo nos llamó la atención: Fue trabajador, mujeriego, pendenciero, buscabronca, desobediente, rumboso, mentiroso, formal, jugador, guerrero, adivino, curan dero, bonito, glotón, comecandela, provocador, osado, valiente, poderoso, paupérrimo, riquísimo, tramposo, malo, bueno, odiado por todos, amado por todos, andrajoso, pulcro, humilde; rey de Oyó y de todos los akumís o lucumís; rey de los ararás y de los congos o bantús; rey de África, de Cuba y del Mundo; subió al cielo y desde entonces es un dios que baja a la tierra.
continua tomo III

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