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Thursday, November 7, 2019

Shangó, divinidad del fuego II


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Hasta hace muy pocos años, solo era posible compilar estas historias por la tradición oral. Argeliers León le llamó «tradición oral escrita»9 por la existencia de libretas en las que los creyentes las anotaban.
Gracias a la labor y el interés de muchos investigadores como don Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Rómulo Lachatañeré, Teodoro Díaz Fabelo, Rogelio Martínez Furé, Miguel Barnet, Rafael L. López Valdés, Jesús Guanche, Valentina Porras, Mirta Fernández, Arisel Arce, Lázara Menéndez, Natalia Bolívar, Ernesto Valdés Janet, y otros, hoy podemos contar con una bibliografía que nos permite revisar el cuerpo literario de la mitología yoruba de transmisión oral y profundizar en muchos de sus aspectos, hasta ahora poco divulgados.
Es precisamente esa tradición oral, la que nos presenta al orisha Shangó, como la divinidad del fue go; dueño del rayo y del tambor; creador del asheré (maraca); adivino por excelencia; dueño del oshé (hacha bipenne); el que arroja piedras sobre la tierra, poseedor del odorún, pilón de madera que usa como trono; y, además, tradición que nos refiere las complicadas relaciones familiares, afectivas y amorosas que este orisha tiene con otras deidades del panteón yoruba.
Hermano preferido de Dadá, quien lo cuidó cuando era pequeño. También hermano de Eleguá, dios del movimiento, quien abre y cierra los caminos. Hi jo de crian za de Yemayá, la soberana de los océanos. Hermano y esposo de Oshún, diosa de la feminidad y de Oba, quien sacrificó las orejas para saciar el apetito del dios del fuego.
Padre de los orishas Beyis (mellizos). Hermano de Babalú Ayé, a quien curó, enseñó e hizo rey de Dahomey. Asociado con Oduduwa, orisha creador del género humano, pues este lo envió a la Tierra atado por la cintura con una cadena, para que con su fuego le diera forma inicial al planeta. Ahijado de Osain, quien le enseñó los secretos de las plantas y le entregó el ashé de echar fuego por la boca. Enemigo y a veces amigo de su hermano Ogún, a quien le arrebató su esposa Oyá. Según cuenta una leyenda, hijo ilegítimo de Obatalá Yemú y Agayú, dueño del volcán.
Hermano menor de Orula, a quien le entregó los instrumentos de la adivinación para poder ir a fiestar. Poseedor del secreto de Osun, al que ayudó cuando fue castigado por quedarse dormido. Asociado con Ogue, que simboliza el comercio y la guía en la vida humana. Amigo de Orisha Oko, dios de la agricultura. Estas son algunas de las correlaciones de Shangó con el resto del panteón yoruba, al menos como se conservan en Cuba.
Oyó tuvo su apogeo entre 1750 y 1789,10 pero debido a las incesantes guerras con sus vecinos y a intrigas palaciegas, en la última década del siglo xviii, comenzó su decadencia. En 1835 la ciudad tuvo que ser evacuada hacia el Sur, miles de sus habitantes fueron hechos prisioneros y vendidos como esclavos. Los fulanis convertidos al islamismo y dirigidos militarmente por Usmán Dan Folio invadieron su territorio.
Cinco años después fueron expulsados del territorio yoruba, pero comenzaron distintas guerras civiles que se extendieron hasta 1893. Esta fue la causa de que en la primera mitad del siglo xix, se comenzara a registrar un aumento de esclavos de procedencia yoruba en La Habana. Entre 1850 y 1860 el 34,52 % de los esclavos en la ciudad eran de esa etnia.
La llegada de esclavos africanos a América dio lugar a que se produjeran múltiples fenómenos de transculturación, como lo refiriera don Fernando Ortiz, entre ellos el que se ha calificado como «sincretismo religioso», que fue la forma con que los esclavos defendieron su identidad, disimulando sus dioses tras los santos católicos. El término sincretismo fue utilizado originalmente como una «conciliación mal hecha de doctrinas filosóficas totalmente disidentes entre sí»,11 su empleo ha dado lugar a múltiples polémicas y hoy día muchos investigadores prefieren no usarlo, aunque es un fenómeno que ha ocurrido a lo largo de toda la historia de la humanidad.
La Santa Bárbara católica fue identificada con Shan gó, de bi do a que este, en una de sus historias, tuvo que tomar las ropas de Oyá para disfrazarse y poder escapar de sus perseguidores. Santa Bárbara se viste de blanco y rojo, al igual que al Orisha le están asociados el rayo y el trueno. La Santa lleva en una de sus manos una espada y Shangó un hacha bipenne, lo que les confiere carácter de guerreros; y en la otra mano, ella lleva una copa o Santísimo Sacramento del Altar, lugar donde se guardan las hostias consagradas; este objeto fue identificado por los yorubas como Oduduwa, creador de la raza humana, ya que ellos acostumbran a conservar todo lo relacionado con este orisha en un cofre de plata cerrado que se coloca en un lugar alto y al que se le guarda el mismo respeto que al Santísimo en las iglesias.
En un mitopoema se narran las relaciones de Oduduwa y Shangó. La imagen de Santa Bárbara aparece con un castillo medieval de trasfondo, recordemos que Shangó fue alafín o dueño del castillo. Por todas estas razones, se estableció una identificación tan fuerte entre el Orisha y la Santa, que desde hace más de un siglo, en muchos ilé osha, casas de santo, se rinde culto a Santa Bárbara con oraciones católicas, se le ofrecen flores, y se le encienden velas rojas; aunque en otro lugar de la casa se venere a la forma africana al Shangó yoruba.
La fiesta del Orisha se celebra el 4 de diciembre, día de Santa Bárbara en el santoral católico. Esta integración santo-orisha, se ha extendido por un sinnúmero de cultos populares de Cuba, el Caribe y toda América. Dentro del cuerpo de creencias de María Lionza, en Venezuela y Colombia, se le dice Shangó a Santa Bárbara, como también en el llamado Santerismo surgido con fuerza hace algunas décadas en muchas ciudades de los Estados Unidos, en el que la presencia latina y afronorteamericana es importante.
La presencia del Orisha de Oyó en Cuba, en el momento histórico en que arribaban muchas etnias africanas, e incluso de otros continentes, fue motivo de múltiples identificaciones. Así Shangó fue, poco a poco, ocupando el lugar de otros dioses relacionados con el fuego, como Orunfé, Aira y del Hevioso de los dahomeyanos. También a Sam Fang Wong, ancestro chino divinizado, se le tuvo por Shangó entre los afrocubanos, debido a que en su imagen aparece montado a caballo, con una espada en la mano.
En Cuba se le conoce popularmente como Sanfancón. Algo similar ha ocurrido en la Regla del Palo Monte, religión cubana de raíces bantúes, con varias ramas que van desde las más ortodoxas hasta las de más reciente aparición. En ellas, la deidad del fuego aparece bajo varios nombres: Nsasi Dima Motuto, Nkitan-Kitan, Siete Rayos, Pungun Nsasi, son algunas de esas denominaciones, sin embargo, los practicantes, a veces, no muestran enfado al llamar Shangó a cualquiera de esas divinidades. «A Siete Rayos, a quien se le atribuye la propiedad de dominar estas descargas eléctricas, se le sincretiza con Santa Bárbara, porque los creyentes establecieron previamente su semejanza con Changó...»
Intentar una aproximación a los múltiples símbolos que se correlacionan con las deidades del fuego no es un propósito ocioso. El fuego es un símbolo reiterativo en toda la cultura universal, tanto en las letras, las artes plásticas, como en la música. Entenderlo es prepararse para una mejor aproximación a la cultura, lo que vale decir, a nosotros mismos.
continua capII

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