Una tradición copta, habla de dos reyes no identificados, de los cuales el segundo es el Shangó, Iakuta o Khevioso (según los dialectos).
Este príncipe, adorado en toda la Costa de los Esclavos (Guinea) bajo diversos nombres, como el dios del Rayo y la destrucción, era, según los relatos negros, un rey de Kush, de ahí el apelativo de Obba Kusó. Shangó,
Obba Kusó amaba con pasión la guerra, y la caza y sus conquistas lo llevaron hasta Dahomey.
Los reyes Biri (dios de las Tinieblas) y Aido- Khuedo (dios Arcoiris) fueron sus esclavos.
Lo cierto parece ser que el alafín después de una gran contrariedad, militar o política, desapareció misteriosamente por lo que se suscitó una apasionada discordia entre los que decían Shangó só (Shangó se murió) y los seguidores del rey, jefes militares y religiosos que afirmaban Shangó ko só (Shangó no se murió).
Al parecer esta fue la causa de una guerra civil en la que los partidarios de Shangó lograron la victoria.
La casta sacerdotal de los magbas se encargó de perpetuar la adoración al rey desaparecido.
Algunas leyendas dicen que Shangó subió al cielo por el árbol de Ayán; en Cuba que trepó por una mata de pitahaya y en otras leyendas se afirma que en el lugar donde desapareció se encontró una cadena.
Estas versiones aparecen en muchas historias de la mitología universal en las que el héroe epónimo asciende por el Árbol del Mundo, modelo del universo que crea cada cultura, y se convierte en un dios.
El alafín Shangó debido a sus virtudes arquetípicas como hombre magnánimo, pero de una se ve ri dad impla ca ble, alegre, imaginativo, temperamental, generoso y enemigo de la mentira, fue convertido en un orisha, un rey mítico; su culto desplazó, al menos en Oyó, al de Iakuta (quien arroja piedras).
En lo sucesivo Shangó se consideraría como el ancestro-héroe cultural de los Oyó, y ocuparía un lugar principal en el panteón yoruba, como el hijo varón más pequeño de la pareja creadora Olofin-Yemú.
Para los yorubas, los orishas fueron ancestros que después de enfrentar una catarsis o depuración de los sentimientos por un sufrimiento intenso, se convirtieron en divinidades, alcanzaron la apoteosis y les fue conferido un ashé determinado.
La palabra orisha se compone de ori (cabeza) y osha (de ashé, poder), es decir la cabeza, la guía, el poder de uno de los componentes de la naturaleza (el mar, el volcán, el aire, la vegetación, el fuego etcétera).
Las historias de Shangó como personaje mítico, al igual que las del resto de los orishas, las encontramos en la literatura yoruba de tradición oral, conocida como patakín (apattakíes, etc)., sobre los que se ha dicho: …narrativa conectada con los orishas, pero con un rico caudal, de relaciones animalísticas y botánicas, donde una ceiba puede hablarle a la palma, o la yagruma ser condenada por la doblez que encierran sus hojas de dos colores, o el majá relatar de cuando tenía patas.
Cuentos que viejos oficiantes relatan a cada momento haciendo concurrir sus personajes a la presencia de Olofi, quien como dios supremo dicta sus sabias sentencias.
Cuando los orishas ejercen su poder sobre los hombres, no lo hacen por caprichos o por preferencias banales, ellos aplican sus sanciones con un alto concepto de valores éticos, morales y de convivencia social.
Literatura de una asombrosa riqueza y variedad y que en su mayoría permanece inédita...
Nuestro pueblo ha sabido guardar esa herencia por tradición oral que es la más próxima al corazón.
continua cap II

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