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Monday, November 11, 2019
Shangó, divinidad del fuego XIII
LA CORONA
Shangó nació coronado, en su cabeza figura el hacha doble que distingue su condición de rey. Los yorubas sienten un gran respeto por la cabeza, como parte superior del cuerpo, donde, según sus creencias, se aloja una deidad, Orí, que es la que distingue a cada persona y la identifica con la figura arquetípica del orisha que lo acompaña. Pero el hecho de que Shangó tenga tan peculiar corona lo convierte en un rey guerrero: «...tiene en el centro de su cabeza un hacha que se llama oshé, que ese oshé es el verdadero símbolo de Shangó africano, y eso es lo que significa que Shangó nació con la guerra en la cabeza: omagüeri Illá».
También el hacha doble o bipenne es un símbolo de la justicia utilizado como tal en toda la mitología universal, hecho por el cual a Shangó se le considera también un juez. Toda corona es una distinción, la forma de patentizar una condición social que otros no ostentan; en épocas muy remotas, la corona se utilizó para agasajar a aquellos que eran capaces de realizar algo por encima de lo normal. Aún hoy en día, cuando se distingue a una persona se dice que está laureado, en recordación a la corona de laurel que simboliza el triunfo, la grandeza, la inmortalidad y la semejanza con los dioses.
El laurel dedicado a Apolo jamás era castigado por el rayo. La antigüedad romana conoció muchas coronas, que se daban, generalmente, como recompensa militar. Las principales: la corona triunfal, la cívica, la olímpica y la mural. En la Edad Media se llevaron materialmente como un adorno que ceñía la cabeza y era al mismo tiempo una insignia de jerarquía y dignidad. Consistían las más corrientes en un sencillo aro de oro adornado con una joya en el centro. Durante los siglos xiii y xiv se usaron en Francia coronas formadas de placas unidas por goznes, pero también en dicho país y en España se usaron coronas de una sola pieza con ricos adornos que se elevaban del listel a gusto de la fantasía de los orfebres que las labraban.
Desde el siglo xvi las coronas dejaron de ser llevadas materialmente por el sexo masculino y quedaron solo como signos heráldicos.62 Una fogata con sus lenguas evoca la forma de una corona, de ahí que se diga que Shangó es un rey coronado. En Cuba, la imaginería popular, en ocasiones, ha sustituido el hacha doble por una corona a semejanza del muro almenado de un castillo. Entre los nombres que suele dárseles, según la tradición yoruba, a los que se consagran al culto del Orisha figura el de Addé Shiná (la corona de fuego) que fue el de un famoso santero de la municipalidad de Regla, en la ciudad de La Habana.
Por tratarse de una corona doble (el hacha bipenne), se considera que Shangó es rey dos veces, por lo que hay que rendirle pleitesía doblemente y también, por tanto, le pertenece todo lo que en la naturaleza nace doble. Muchas veces se busca una palma bifurcada para hacer allí ofrendas al dios yoruba del fuego. Es esta también la razón por la que se le considera en Cuba el padre de los orishas Ibeyis Beyis o Meyis.
EL TRONO
Se conoce como trono un asiento sobre gradas y de alto espaldar que usan los reyes y otras personalidades. El trono es un símbolo de poder. En la cultura yoruba, el trono (odorún) consiste en un pilón de madera de forma cilíndrica de unos 40 cm de alto. En el cuerpo de creencias cristianas se sostiene que Dios está sentado en un trono y que a su diestra está Jesucristo, pero también se supone que el Diablo tiene su trono en el Infierno. John Milton (1608-1674), poeta inglés, en el Paraíso perdido lo imaginó así: «Sentado en un trono de regia magnificencia, en el que lucían adornos de tal riqueza que sobrepasaban a los que pudieran hallarse en Oronuz...»
Los tronos terrenales son sitios consagrados a través de ritos mágicos, propiciatorios para que hasta ellos llegue la energía de los dioses de acuerdo con la forma en que cada cultura haya concebido y estructurado su propio Árbol de la Vida. En la
Epopeya segú de los bambaras de Mali encontramos un episodio singular: Soy Dugá, regularmente investido de los poderes reales de Koré soy Dugá, hijo legítimo del soberano de este país. Mis antepasados que reinaron antes que yo me dejaron sus poderes. Soy el heredero legítimo sacramentalmente entronizado. ¿El estrado en que está sentado, es hueco o sólido? Hueco como una cavidad craneana. ¿Qué contiene? Encierra un güiro sellado que contiene una lámpara de aceite de hierro negro; los dos están como el cerebro en el cráneo. Dame la lámpara.64 La lámpara a la que se hace referencia en este diálogo entre el Rey y el Hechicero, es un objeto para ser utilizado con fines mágicos. En la Abadía de Westminster, Inglaterra, está la silla de la coronación que es utilizada cuando hay que investir a un nuevo rey o reina. Esta silla tiene empotrada la llamada Piedra del Destino, la que según afirman es la misma sobre la que reclinó la cabeza Jacob la noche que tuvo sueños reveladores con Dios. (Génesis: 28).
Pero no en todas las latitudes se ha tenido el mismo concepto del trono como algo sólido, estático. Entre los ashanti de Ghana, cada rey o asantehene tenía su propia banqueta que no era heredable ni transferible: En la vida de los asante (ashanti) y de otros pueblos akan, las sillas de todos tipos desempeñan un papel muy importante. Su significado y función abarcan desde las de uso cotidiano que no faltan en ningún hogar, hasta las sillas ceremoniales (dwa nkonnua) cuya posesión era antiguamente un privilegio único del rey y de personas de alto rango, hasta llegar a ser centro espiritual de una sociedad o nación, como lo es el caso de la silla de oro de los asante.
Las tradicionales banquetas o taburetes «antiguos» (dwa, nkonnua) de los que tenemos ya referencias por los primeros exploradores, tienen todos una forma básica idéntica, pero se distinguen por los detalles. Las banquetas o taburetes son tallados a partir de un bloque de madera blanca llamada osese o Nyame dua (Alstonia boonei) y sobre una base rectangular plana, y tienen una columna central con un asiento ligeramente curvado hacia arriba. Recuerdan la forma de la luna creciente… Desde la época de Osei Tutu, el primer santehene, cada uno de los sucesores tuvo su banqueta personal. Estas banquetas ceremoniales antiguas no solo eran más grandes y más trabajadas que las de la gente corriente, sino además, estaban adornadas con láminas de oro. También la madre del rey y los altos dignatarios poseían sus banquetas propias, antiguamente decoradas con láminas de plata, con campanillas, perlas broches y amuletos…
A principios del siglo xx, el gobernador británico sir Frederick Hodgson decidió sentarse en la silla sagrada de Osei tutu, lo que ni siquiera habían intentado los sucesores del trono, pues creían que esta silla había caído del cielo. El hecho desató el enojo de los ashanti, hasta tal punto que se desató una guerra. Los ingleses ganaron de nuevo la guerra, pero la silla sagrada desapareció y no fue reencontrada hasta l920. El trono de Osei Tutu reconstruido se conserva como un símbolo de la lucha contra el colonialismo británico. El odorún o pilón de los yorubas, mucho más modesto, está consagrado a Shangó. Sobre él se deposita la llamada batea, receptáculo redondo de madera en el que se conservan los objetos y piedras que pertenecen al Orisha. También sobre este trono que patentiza la condición de rey que tiene Shangó, se celebran otras ceremonias religiosas.
65 Christoph Henning, Klaus E. Müller y Ute Ritz-Müller: Corazón de África, la magia de un continente, p. 394.
PALABRAS FINALES
Todos los recursos utilizados por la poesía, desde Homero hasta nuestros días, han estado presentes en las más antiguas manifestaciones de la cultura. Se debe tener en cuenta que la mente humana funciona a través de imágenes y justamente las imágenes son el núcleo esencial de la poesía. Lo anterior se puede confirmar con el análisis de los patakín o mitopoemas dedicados a Shangó, personificación del fuego. En ellos son frecuentes los símiles «es caliente como el fuego» «rojo como el fuego», «glotón como el fuego» y metáforas «el calor del amor». Formas más complejas como la metonimia tampoco faltan: «el fuego (Shangó) le teme a Ikú (la Muerte)», aquí se cambia la causa por el efecto; el fuego deja muerte a su paso, en los mitopoemas se interpreta que el fuego huye de la muerte.
El fuego es interpretado como un símbolo de vida y, por tanto, enemigo de la muerte, su antagonista. La mitopoesía se extendió por todo el universo visible a sus creadores. Por ejemplo «el framboyán arde en sus flores rojas como el fuego» o «el carnero golpea duro como el rayo». También se utiliza la sinestesia cuando se dice «la pimienta sabe a fuego», utilizando un rompimiento figurado de los sentidos porque, en rigor, nadie ha probado el fuego. Cuando nos trasladamos a un ambiente pluricultural como el caribeño y particularmente, el cubano, la mitopoesía trasciende a formas más abarcadoras como la que se ha dado en llamar sincretismo. La identificación de imágenes provenientes de diferentes culturas tiene lugar a distintos niveles de lo que Jung llamara «el inconsciente colectivo».
En el sincretismo se identifican, primero que todo, las imágenes. Bien sea en un proceso de suplantación como lo hizo el cristianismo, que con sus mártires, santos, y distintas versiones de la Virgen María, sustituyó en el mundo entero a numerosas deidades y divinales de diversas religiones; o por ocultamiento como ocurrió en muchos países de América con los aborígenes y también con los africanos traídos como esclavos que ocultaron sus dioses tras los santos católicos. Además de las imágenes, el sincretismo utiliza las fechas conmemorativas, los símbolos y los colores emblemáticos de las figuras con que se establece la identificación y los lugares ceremoniales y sagrados de los cultos con que se mezcla. Sin embargo, rara vez las concepciones cosmogónicas y filosóficas de las culturas que atraviesan por estos procesos, son afectadas. El sincretismo es apropiación o préstamo de imágenes y vocablos, por lo que se puede afirmar que el sincretismo compete a la mitopoesía.
Han estado ausentes en estas páginas algunos animales que en la Tierra Yoruba (fundamentalmente en Nigeria), son emblemáticos de Shangó como la pantera negra o algunas aves de especies endémicas de África que por esa razón no se integraron en Cuba a los símbolos del Orisha. Si se pregunta ¿quién es Shangó?, la mayoría de los cubanos, responderá que es Santa Bárbara. Aunque Shangó no es Santa Bárbara, como tampoco es ninguna de las otras imágenes con que se le ha asociado. Sin embargo, la identificación santo católico-orisha yoruba ha ido ganando espacio en el subconsciente colectivo.
Creyentes de origen humilde, consagrados o no, en alguno de los cultos de antecedentes africanos, se hacen tatuar la imagen de Santa Bárbara en la espalda o en un brazo, para demostrar su filiación con Shangó y sentirse bajo su protección. Otros prefieren tener en su piel una espada o el dibujo de un rayo. Sin embargo, hay quienes han escogido la imagen de un indio, debido a que a Shangó, dentro de los cultos espiritistas, se le tiene por un indio.66 El conjunto de características que hacen del Orisha de Oyó un arquetipo, coincide mucho con los rasgos que conforman la idiosincrasia del cubano.
El gusto por la música y el baile, la forma de ser desenfadada y jocosa, la manera de gesticular, la valentía y el coraje, la dedicación al trabajo son, entre otras características que identifican al cubano. A ello habría que añadirle un grupo de coincidencias como son: la abundancia de palmas reales en el país y su representación en el escudo de la nación, la presencia en la enseña nacional de los colores rojo y blanco, la utilización del machete y la tea incendiaria en las guerras de independencia del siglo xix y la abundante presencia de hachas neolíticas confeccionadas por los aborígenes, que son llamadas piedras de rayo.
La integración completa de Shangó a la cubanía se efectuó cuando se le identificó popularmente como «el hombre de la guayabera», así se trajo su figura definitivamente al ámbito criollo y también se hizo una apropiación de su personalidad y, por tanto, de toda la simbología que lo acompaña. Shangó, ha sido parte activa de un proceso de mestizaje en la cultura cubana y aunque en ello no ha estado solo, es sin duda uno de sus mejores exponentes, como se pusiera de manifiesto en uno de los poemas de Nicolás Guillén:
En esta tierra, mulata
De africano y español
(Santa Bárbara de un lado
, del otro lado, Shangó).
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