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Saturday, November 9, 2019

Shangó, divinidad del fuego VI


LA PIEDRA

Al rayo se le asocia la creencia de que es portador de una piedra. Contrariamente a lo que se pueda creer, la litolatría o adoración de las piedras, es una costumbre universal, ligada a las más antiguas religiones que hoy se conocen, presentes también en los cultos de nuestros aborígenes, así como en los que llegaron como esclavos a nuestras tierras desde África. Pero lo que se adora no es la piedra en sí, sino el espíritu o la energía que mora en ella, bien sea porque ha caído del espacio, lo que le confiere un carácter sagrado, o porque se ha preparado mediante un ritual para atraer las energías de determinada deidad hacia ella. Impedido de diferenciar la caída de un aerolito de la de un rayo, el hombre primitivo atribuía a ambos la cualidad de arrojar una piedra sobre la tierra. Este es, quizás, el origen de la adoración de las piedras.

El jeroglífico egipcio nuter (dios), tiene la forma de un hacha bipenne o de dos cabezas. La palabra betilo con la que se identificaba a las llamadas «piedras de rayo» (hachas del neolítico), proviene de beth que para los hebreos significaba casa del dios.


Cuenta la historia bíblica de Jacob: «Tomó como almohada una de las piedras que había en el lugar y se acostó a dormir. Allí tuvo un sueño, en el que veía una escalera que estaba pegada en la tierra y llegaba hasta el cielo, por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban». Génesis (18:11 y 12). Jacob llamó Bethel a aquel lugar que antes se había llamado Luza. Más tarde hubo allí una escuela de profetas. 

Hoy se llama Betin. Bethel era también el nombre que los hebreos daban al ara de los sacrificios que, por supuesto, era también una piedra. Entre las propiedades atribuidas a los betilos o piedras de rayo, figuraban las de producir agradables sueños, ganar batallas y pleitos, afrontar el mar sin peligro de naufragio y protegerse contra los rayos y enfermedades. También en árabe Buit Allah significa la casa de dios y se utiliza para designar o identificar la piedra negra que está en La Kaava de La Meca. 

Cuenta la historia que Mahoma quiso acabar con todo tipo de fetichismo, pero la tradición de adorar a esta piedra estaba tan arraigada en el ámbito popular que, finalmente, tuvo que aceptarla como símbolo de la alianza entre Dios y los hombres. Muchas son las historias que se tejen alrededor de esta piedra a la que también se le llama «la mano derecha de Dios» y «el pie de Abraham». 

A semejanza de los hebreos, los árabes creen que sobre ella, Aggar, cuando huía por el desierto, durmió con su hijo Ismael. Existen en Amrit restos de un santuario fenicio en el que se supone se alojaba una piedra sagrada. La disposición de este lugar ha sido comparada, por su similitud, con la de La Kaava en La Meca. En las islas de Malta y Gozza, en el Mar Mediterráneo, se han encontrado otros templos fenicios, en los que se han localizado piedras que eran centro de la adoración y a las que se les hacían sacrificios de animales.

 Eje de los mitos mediterráneos fue la diosa griega Kibele, más tarde convertida en la Cibeles romana. La Cibeles fue una muy famosa piedra negra de Pessinonte que finalmente fue trasladada a Roma hacia el 205 a.n.e., como augurio de un triunfo en la Segunda Guerra Púnica, en la que, finalmente, los romanos destruyeron la ciudad de Cartago. Esta piedra de pequeñas dimensiones y forma irregular con ángulos salientes representaba la cara de la diosa.34 Se creía en la antigua Grecia, que en las nubes durante las tempestades se formaban piedras. Las hachas de piedra en griego también se llaman keraunía (que son lanzadas por el rayo).

 Esta creencia se conserva hoy día en diversas comunidades agrarias de disímiles latitudes geográficas. Según el historiador y geógrafo griego Pausania, fueron piedras los más antiguos dioses griegos. Al igual que el Noé hebreo y el Gilgames babilónico, el griego Deucalión se salva del diluvio en una barca con su esposa Pirra, cuentan que al encallar la nave en el monte Parnaso, este consulta al oráculo sobre cómo repoblar la tierra, la respuesta fue que, con los ojos cerrados, ambos fueran arrojando tras de sí los restos de sus más antiguos antepasados. 

Como el más remoto antepasado era Gea, la madre tierra, Deucalión y Pirra comenzaron a tirar hacia atrás las piedras que encontraron a su paso; las de él se transformaron en hombres y las de ellas en mujeres. Esta leyenda reafirmaba la creencia griega de que los hombres descendían de las piedras.35 El simbolismo de la doble hacha o bipenne, se encuentra presente en todo el mundo mediterráneo desde los cementerios etruscos de Vetulonia en 

Tarso, donde más tarde se identificó con el dios local Tarku, hasta Lidia en Caria y en Creta. El nombre cario de la bipenne es labrus. Esta raíz se conserva en la palabra «laberinto». En el palacio santuario de Cnosos el hacha de dos hojas se asocia al culto del Minotauro, numen cretense con figura de toro y señor del rayo... Junto a la estatua de Hércules en Grecia, se adoraban treinta piedras.

En el templo de Hércules de Hiatea, en Beosia se adoraba una piedra negra. Tanto en la antigüedad griega como en la romana las piedras eran tomadas por dioses como Zeus Milikius o Apolo de Ambrosia o por diosas como Astarté de Pafos, la de Golgos, la Elia Capitolina, la Tanith de Cartago y la misma Afrodita de indiscutible origen fenicio. Cuando Servio Suplicio Galva (siglo iii a.n.e) encontró siete hachas de piedra después de la caída de un rayo, no tuvo dudas de que sería el próximo emperador de Roma. Los druidas, sacerdotes del pueblo galo, adoraban las piedras, creían que eran juguetes de los dioses.

Los menhires, grandes monumentos del neolítico que aún encontramos en muchos países de Europa, tenían una función mágico-religiosa, ligada posiblemente a ritos fálicos o al culto a los antepasados. Tanta fue la veneración que se les tuvo a estas inmensas piedras durante la Edad Media, que en el año 658 d.n.e., en el Concilio de Nantes, la Iglesia ordenó que fueran enterradas a gran profundidad y sobre ellas se edificaran iglesias.

En los «Evangelios» del Nuevo Testamento se cuenta que Simón el Caduceo que pertenecía a la secta de los sicarios, identificados así por la sica o pequeña espada que usaban en reyertas contra los invasores romanos, cambió su nombre por el de Kefa (Pedro o piedra) y que Cristo le dijo: «Tú eres piedra y sobre esta piedra fundaré mi iglesia», es esta otra alusión a la piedra como objeto ancestral de culto. Agglestion, piedra de la península de Purbeck (Inglaterra) era reverenciada por los antiguos británicos. De igual manera se le rendía culto a Idafe (roca alta) de Las Palmas, en las Islas Canarias. James G. Frazer en La rama dorada hace referencia a múltiples ritos de adoración de las piedras en las sociedades tribales del Pacífico.

En las islas Key cuando los hombres marchan a la guerra, las mujeres hacen ofrendas al Sol y a la Luna con cestas llenas de piedras untadas con aceites, e imploran que las balas resbalen sobre sus parientes como la lluvia resbala por las piedras. En algunas partes de la Melanesia se cree que las piedras que se asemejan a determinados frutos, tienen la virtud de hacer abundante la cosecha si se entierran al pie del árbol escogido. También se cree que una piedra similar a una moneda puede atraer el dinero y que a una piedra grande con varias en derredor, como si se tratase de un animal parido, se debe brindar dinero para que haya buena cría. El mismo Frazer nos dice que:

«Los melanesios ben el maravilloso poder no a la piedra misma, sino al espíritu que mora en ella».37 Para los aborígenes cubanos, la piedra de rayo tenía una especial significación, como la tiene aún para sus descendientes. Como nos dice Panchito Ramírez Rojas, un genuino heredero de las tradiciones taínas, quien expresa: Otra cosa que se hace aquí, se respeta la piedra de rayo. Yo en mi templo tengo una y la cargo también en el bolsillo (...), pero bueno, eso de más allá, provino de la naturaleza y yo la tengo como una ofrenda, como un platillo, y se la dedico al templo mío ahí, porque una piedra de rayo, vaya, proviene de la atmósfera y entiendo que de la atmósfera proviene también el agua...

Es una piedrecita negra así, larguita que donde cae un rayo, después, al poco tiempo, uno va y ve esa piedrecita porque sale, y uno la recoge. Una piedra de rayo tú la coges y le amarras hilo, un hilo de coser te sirve, y la puedes tirar en medio de un fogón que no se le quema el hilo... Eso se utiliza para atraer la lluvia y para otras cosas. Cuando uno se siente enfermo, yo le paso esa piedra a la gente y esa piedra transmite fuerza... Dicen que la piedra esa, dicen los viejos de antes, que esa piedra sale cada siete años, buscando un rayo, un trueno, cae, una piedrecita entra ahí y después sale pa’arriba...

 En su libro Cimarrón, el cubano Miguel Barnet recoge la siguiente narración: «Los congos cuando caía un rayo, se fijaban bien en el lugar, pasados siete años iban, escarbaban un poquito y sacaban una piedra lisa para la cazuela».39 Entiéndase que se refiere al recipiente mágico que usaban para sus prácticas religiosas. También en la Santería o Regla de Osha los santos u orishas se asientan en piedras con determinadas características y virtudes, para Shangó es imprescindible contar con una piedra de rayo.

«Lo que sucede —nos cuenta un Oní Shangó de más de ochenta años de edad— es que las raíces de la palma atraen las piedras y las enredan. Cuando cae un rayo, la corriente pasa por las piedras y algunas de ellas se convierten en un tipo de piedra que siempre está fría. El rayo también hunde las piedras en la tierra por lo que hay que esperar, a veces años para que salgan otra vez a la superficie». Cuando Shangó utiliza el rayo y el trueno se le conoce como Shangó de Ima.




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